Los que se van y los que se quedan
¿Qué lecciones nos dejan los que se van y qué es lo que tenemos que decirles a quienes se quedan? He reflexionado mucho sobre este tema.
Me da miedo pensar en la muerte, en que tal vez cualquiera de estos sea mi último día en la tierra, en este cuerpo.
A veces pienso en hacerlo todo. Me da miedo dejar cosas a medias, de no haber logrado nada.
Pensar en la muerte me aterra porque nadie sabe si hay algo más allá de la vida, pero me consuela pensar que puede haber un paso más, que esta vida dentro de este plano o dimensión es solo un escalón más, una prueba.
El mes de enero fue muy difícil; mucha gente se fue, en especial una amiga. Entró a la sala de un hospital y ya no salió. Murió por una complicación de salud. Todo fue tan inesperado, abrupto, triste.
Aún no entiendo su partida. Yo prefiero pensar en que se fue a emprender largo viaje, que en su muerte. Solo que sé que no es así, que no volverá, que no volveré a saber más de ella.
Creo que pesan más los buenos momentos que viví a su lado; cortos quizás, pero auténticos. Llenos de vida como lo estaba ella.
Han pasado ya varios días desde que ella se fue, pero pienso en ella más de lo normal.
Desde que supe de su estado crítico, empecé a cuestionarme sobre el trato que le damos a los que están; a los que se van les lloramos, lo malo que nos pudieron haber hecho queda olvidado y hasta les pedimos que no nos olviden mientras están en su lecho de muerte.
Con el último puñado de tierra que cae sobre el ataúd se va todo el malo, se entierra el rencor y todas las cosas que se dijeron y que no se dijeron, pero que tenemos que decirle a quienes se quedan.
Los que se van, no regresarán. Los que nos quedamos aquí tenemos por lo menos un día más en este viaje que tiene una salida asegurada llamada muerte, porque la fecha no está escrita; es solo un boleto de avión que tiene fecha de inicio, pero no de regreso.
A los que se quedan tenemos que cuidarlos, nutrirlos, recordarles cuánto nos importan, pero también dejarlos ir si su ciclo en nuestra vida ya se cumplió, porque aunque cuesta mucho soltar, la vida siempre termina por recordarnos que es necesario y parte del proceso.
Los que se van nos dejan la prueba de que solo somos el envase que almacena nuestra esencia, un instante, un recuerdo que se quedará para siempre en nuestra memoria. Los que se quedan son nuestra realidad, y nosotros somos parte del presente, de lo que está ocurriendo.
Los que nos quedamos tenemos una oportunidad más, la obligación de amar, de dejar un legado y hacer un cambio. Eso es lo que recordará la gente cuando nos toque partir para no regresar jamás.
Hoy, sigo reflexionando. Ese miedo que tengo siempre me acompañará, pero me ha resultado mucho más fácil hablar de todo esto.
Si un día ya no estoy, alguien encontrará esto que escribí. Será el recuerdo de lo que fuí, de que alguna vez existí y de la reflexión que me dejaron los que ya no están conmigo.